domingo, 27 de marzo de 2011

Quisiera sentirte hoy, 
quisiera poder llamarte 
mas no recuerdo tu voz 
no se si estas donde antes.

No te he vuelto a ver, amor 
y tu recuerdo perdura, 
dentro de mi corazón 
amarte, fue mi locura 
quererte, mi perdición 
sentirte en mi, fue sin duda 
lo mejor que sentí yo.

Amo todo en tu recuerdo 
te deseo lo mejor 
y aunque sé que vives lejos 
aqui te mando mi amor

domingo, 20 de marzo de 2011


Mirar el río hecho de tiempo y agua 
y recordar que el tiempo es otro río, 
saber que nos perdemos como el río 
y que los rostros pasan como el agua. 

Sentir que la vigilia es otro sueño 
que sueña no soñar y que la muerte 
que teme nuestra carne es esa muerte 
de cada noche, que se llama sueño. 

Ver en el día o en el año un símbolo 
de los días del hombre y de sus años, 
convertir el ultraje de los años 
en una música, un rumor y un símbolo, 

ver en la muerte el sueño, en el ocaso 
un triste oro, tal es la poesía 
que es inmortal y pobre. La poesía 
vuelve como la aurora y el ocaso. 

A veces en las tardes una cara 
nos mira desde el fondo de un espejo; 
el arte debe ser como ese espejo 
que nos revela nuestra propia cara. 

Cuentan que Ulises, harto de prodigios, 
lloró de amor al divisar su Itaca 
verde y humilde. El arte es esa Itaca 
de verde eternidad, no de prodigios. 

También es como el río interminable 
que pasa y queda y es cristal de un mismo 
Heráclito inconstante, que es el mismo 
y es otro, como el río interminable.

sábado, 19 de marzo de 2011

Magnifico es el Alcázar
Con que se ilustra Sevilla,
Deliciosos sus jardines,
Su excelsa portada rica.
De maderos entallados
En mil labores prolijas,
Se levanta el frontispicio
De resaltadas cornisas;
Y hay en ellas un letrero
Donde, con letras antiguas,
Don Pedro hizo estos palacios
Esculpido se divisa.
Mal dicen en sus salones
Las modernas fruslerías;
Mal en sus soberbios patios
Gente sin barba y ropilla.
¡Cuántas apacibles tardes,
En la grata compañía
De chistosos sevillanos
Y de sevillanas lindas,
Recorrí aquellos verjeles,
En cuya entrada se miran
Gigantes de arrayán hechos
Con actitudes distintas!
Las adelfas y naranjos
Forman calles extendidas,
Y un oscuro laberinto
Que a los hurtos de amor brinda.
Hay en tierra surtidores
Escondidos; se inprovisan,
Saltando entre los mosaicos
De pintadas piedrecillas.
Y a los forasteros mojan,
Con algazara y con risa
De los que, ya escarmentados,
El chasco pesado evitan.
        * * *
En las tardes del estío,
Cuando al ocaso declina
El sol entre leves nubes,
Que de oro y grana matiza;
Aquel trasparente cielo
Con ráfagas purpurinas,
Cortado por un celaje
Que el céfiro manso riza;
Aquella atmósfera ardiente
En que fuego se respira,
¡Qué languidez dan al cuerpo!
¡Qué temple al alma divina!
De los baños, tan famosos
Por quien los gozó, la vista,
La del soberbio edificio,
Obra gótica y morisca,
Tétrico en partes, en partes
Alegre, y en el que indican
Los dominios diferentes,
Ya reparos, ya ruinas;
Con recuerdos y memorias
De las edades antiguas
Y de los modernos años,
Embargan la fantasía.
El azahar y los jazmines,
Que si los ojos hechizan,
Embalsaman el ambiente
Con los aromas que espiran;
De las fuentes el mumurio,
La, lejana gritería,
Que de la ciudad, del río,
De la alameda, contigua
De Trina y de la puente
Confusa llega perdida,
Con el son de las campanas
Que en la alta Giralda vibran,
Forman un todo encantado,
Que nunca jamás se olvida,
Y que, al recordarlo, siempre
Mi alma, y corazón palpitan.
        * * *
Muchas de1iciosas noches,
Cuando aun ardiente latía
Mi ya helado pecho, alegres,
De concurrencia escogida,
Vi aquellos salones llenas,
Y a la juventud, cuadrillas
O contradanzas bailando
Al son de orquestas festivas.
En !as doradas techumbres
Los pasos, la charla y risas
De las parejas gallardas,
Por amor tal vez unidas,
Con el son de los violines
Confundidos se extendían,
Acordes ecos hallando
Por las esmaltadas cimbrias.
Mas ¡ay! aquellos pensiles
No he pisado un solo día,
Sin ver (¡sueños de mi mente!)
La sombra, de la Padilla,
Lanzando un hondo gemido,
Cruzar leve ante mi vista,
Como un vapor, como un humo,
Que entre los árboles gira;
Ni entré en aquellos salones,
Sin figurárseme erguida,
Del fundador la fantasma
En helada sangre tinta
Ni en el vestíbulo obscuro,
El que tiene en la cornisa
De los reyes los retratos,
El que en columnas estriba,
Al que adornan azulejos
Abajo, y esmalte arriba,
El que muestra en cada muro
Un rico balcón, y encima
El hondo artesón dorado,
Que lo corona y atrista,
Sin ver en tierra un cadáver.
Aun en las losas se mira
Una tenaz mancha obscura...
¡Ni las edades la limpian!...
¡Sangre! ¡Sangre!... ¡Oh cielos, cuántos
Sin saber lo que es la pisan
!