martes, 1 de abril de 2014

Abril florecía 
frente a mi ventana. 
Entre los jazmines 
y las rosas blancas 
de un balcón florido, 
vi las dos hermanas. 
La menor cosía, 
la mayor hilaba ... 
Entre los jazmines 
y las rosas blancas, 
la más pequeñita, 
risueña y rosada 
?su aguja en el aire?, 
miró a mi ventana. 

La mayor seguía 
silenciosa y pálida, 
el huso en su rueca 
que el lino enroscaba. 
Abril florecía 
frente a mi ventana. 

Una clara tarde 
la mayor lloraba, 
entre los jazmines 
y las rosas blancas, 
y ante el blanco lino 
que en su rueca hilaba. 
?¿Qué tienes ?le dije? 
silenciosa pálida? 
Señaló el vestido 
que empezó la hermana. 
En la negra túnica 
la aguja brillaba; 
sobre el velo blanco, 
el dedal de plata. 
Señaló a la tarde 
de abril que soñaba, 
mientras que se oía 
tañer de campanas. 
Y en la clara tarde 
me enseñó sus lágrimas... 
Abril florecía 
frente a mi ventana. 

Fue otro abril alegre 
y otra tarde plácida. 
El balcón florido 
solitario estaba... 
Ni la pequeñita 
risueña y rosada, 
ni la hermana triste, 
silenciosa y pálida, 
ni la negra túnica, 
ni la toca blanca... 
Tan sólo en el huso 
el lino giraba 
por mano invisible, 
y en la oscura sala 
la luna del limpio 
espejo brillaba... 
Entre los jazmines 
y las rosas blancas 
del balcón florido, 
me miré en la clara 
luna del espejo 
que lejos soñaba... 
Abril florecía 
frente a mi ventana.

jueves, 27 de febrero de 2014

La celeste marca del amor en un campo desierto
donde hace unos minutos lucharon dos deseos,
donde todavía por el cielo un último pájaro se escapa,
caliente pluma que unas manos han retenido.

Espera, espera siempre.
Todavía llevas
el radiante temblor de una piel íntima,
de unas celestes manos mensajeras
que al cabo te enviaron para que te reflejases en el corazón vivo,
en ese oscuro hueco sin latido
del ciego y sordo y triste que en tierra duerme su opacidad sin lengua.

Oh tú, tristísimo minuto en que el ave misteriosa,
la que no sé, la que nadie sabrá de dónde llega,
se refugia en el pecho de ese cartón besado,
besado por la luna que pasa sin sonido,
como un largo vestido o un perfume invisible.

Ay tú, corazón que no tiene forma de corazón;
caja mísera, cartón que sin destino quiere latir mientras duerme,
mientras el color verde de los árboles próximos
se estira como ramas enlazándose sordas.

¡Luna cuajante fría que a los cuerpos darías calidad de cristal!
Que a las almas darías apariencia de besos;
en un bosque de palmas, de palomas dobladas,
de picos que se traman como las piedras inmóviles.

¡Luna, luna, sonido, metal duro o temblor:
ala, pavoroso plumaje que rozas un oído,
que musitas la dura cerrazón de los cielos,
mientras mientes un agua que parece la sangre!