sábado, 2 de abril de 2011

Todo nos amenaza:

el tiempo, que en vivientes fragmentos divide

al que fui

del que seré,

como el machete a la culebra;

la conciencia, la transparencia traspasada,

la mirada ciega de mirarse mirar;

las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,

el agua, la piel;

nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,

murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.


Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,

ni el delirio y su espuma profética,

ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.

Más allá de nosotros,

en las fronteras del ser y el estar,

una vida más vida nos reclama.


Afuera la noche respira, se extiende,

llena de grandes hojas calientes,

de espejos que combaten:

frutos, garras, ojos, follajes,

espaldas que relucen,

cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.


Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,

de tanta vida que se ignora y se entrega:

tú también perteneces a la noche.

Extiéndete, blancura que respira,

late, oh estrella repartida,

copa,

pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,

pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida. 




Octavio Paz

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